En el psiquiátrico de Toledo, en la entrada se podía observar una frase que decía “Ni están todos los que son, ni son todos los que están”. Esto es aplicable a todos los ámbitos de la vida, también en nuestra profesión.
Actualmente estamos en un punto de inflexión en el que deberíamos plantearnos el camino que queremos recorrer. Partiendo de la base del trabajo artesano, sin trampas, panes que aporten beneficios a nuestra salud. No todo tiene que incidir en ese camino. Hacemos pan, no medicinas.
Hay espacio para el goce de los sentidos, olfato, gusto, vista y tacto. Si solo buscáramos salud, según se entiende por algunos nutricionistas en estos tiempos, la pastelería tendría que desaparecer y buena parte de la panadería también.
¿Acaso el disfrute de nuestros sentidos no es saludable? Nos alimentamos no solo para nutrirnos, también para darnos placer.
El placer forma parte de nuestra evolución como humanos. Escribimos no solo para comunicarnos, también por el placer de leer un buen libro. Pintamos no solo para reproducir objetos o situaciones, sino también para recrearnos en la belleza. Hagamos panes bonitos, diferentes, sabrosos, sorprendentes, que nos inspiren a nosotros y a los clientes.
Elaboremos panes que nos transporten a espacios diferentes y emocionantes. Siempre con procesos cuidadosos, buenas materias primas y sobretodo artesanos.