Hablamos con Aitor Saraiba, un artista Talaverano que derrocha arte y transmite multitud de sentimientos grabados con sus propias manos en piezas únicas.
¿Quién es Aitor Saraiba?
Soy de Patrocinio, me dedico a dibujar, escribir, y desde hace un par de años he centrado mi obra en lo textil. También he hecho cerámica y fotografía. Intento hacer una obra que llegue al público desde mi biografía a la de los demás. Yo parto de lo cotidiano para contar historias donde, por muy diferentes que el mundo y la sociedad nos haga sentir, no somos tan distintos unos de otros. Esto nos hermana y nos hace más semejantes de lo que imaginamos.
Pintas, dibujas, escribes, realizas fotografía. ¿Qué es lo que más te gusta hacer?
Si me tuviese que quedar con algo sería con la gente, es lo más bonito… Gente como vosotros que me llama para hacer una entrevista, irme a México y tener público esperándome, personas de la fotografía, de los libros, de la cerámica, de todo, lo mejor es la gente. Al final las disciplinas dan igual y por eso salto de una a otra, lo interesante son las experiencias que vives en el proceso de aprendizaje de una cerámica o de un tapiz.
Alguien tan creativo como tu debe de tener mucha imaginación ¿de donde sacas la inspiración?
De esos suspiros espontáneos, como cuando tienes un problema y necesitas encontrar una solución, donde sólo tu puedes salvarte, de ese lugar viene la inspiración. Para que los lectores me entiendan, para mi vienen de ese lugar donde estás completamente solo porque al final todos estamos solos en el mundo y sabes que la solución es tuya. La creatividad viene de esos sitios en los que te enfrentas a ti mismo y te dejas llevar sin contaminarte del resto, de lo que pueda pensar la gente por ejemplo.
¿Por qué te fuiste de Talavera?
Por muchas cosas, el mundo era otro, no era Talavera en sí, sino el planeta tierra. Me fui porque era un niño homosexual en una ciudad en la que no había homosexuales y la palabra “maricón” era un insulto. Me fui porque quería una formación artística, aquí llegabas hasta la escuela de arte y si querías algo más ya te tenías que ir fuera. Pero sobretodo me fui porque a mi generación y el mundo en el que se vivía en ese momento te hacían huir. Talavera fue una ciudad que te hacía sentir reprimido a muchos niveles, tanto en lo laboral como en lo personal. Yo sabía que lo que yo quería hacer no tenía cabida aquí. No me arrepiento porque era lo que tenía que hacer.
Hacer cerámica… estar en contacto con El Centro Cerámico, me ayudó a conocer otra agente y otras cosas de aquí. Lo que hemos construido con El Centro Cerámico es algo enorme, no a nivel material, que también, sino a nivel emocional, El Centro Cerámico está en todos sitios, tanto en España como fuera. El encargo más grande que hemos tenido ha sido desde Italia, uno que hicimos juntos para «Sisley«. Nos encargaron el regalo de navidad para la empresa Benetton. Madrid al principio nos ayudó muchísimo, todas las tiendas nos apoyaron poniéndonos en sus escaparates. Llegó un momento que todas las tiendas de Malasaña tenían nuestras piezas. Gracias a todos estos encargos supimos que lo estábamos haciendo bien.
Como talaverano y amante de su cerámica y por supuesto creador de piezas únicas ¿Qué podrías decirnos sobre ella para que quien no tenga una pieza en su casa se anime a comprarla?
La cerámica es un regalo que tiene Talavera desde hace siglos y ojalá la gente se conciencie de que es una técnica 100% de aquí.
En México a la cerámica la llaman “Talavera”, imagina el nivel que tenemos y que aquí no somos conscientes. Es un proceso entero a mano, son horas de mucha gente. Cuando la gente tenga en su casa una pieza de cerámica, no solo tiene una pieza, tiene un montón de horas de trabajo de gente, desde la persona que hace el molde, hasta la que la diseña, pinta y cuece. Son piezas que tienen muchísima vida y sería una pena que en 30 años la gente joven no siga con esta tradición, es algo muy nuestro reconocido a nivel mundial. Nosotros hemos puesto la cerámica de Talavera en el mapa, se ha pasado de vender botijos a vender cosas totalmente distintas, las piezas que vendemos ahora, no existían antes y ahí nos podemos poner la medalla. Tenemos la suerte de tener jardines decorados con cerámica, murales… pero eso no es habitual, eso es un regalo que tenemos en esta ciudad.
En Madrid hay una oficina de turismo de Castilla la Mancha, estaba decorada con mis piezas y las de Centro Cerámico, para mi pasar por delante y ver la reacción de la gente a esas piezas me dejaba impactado y aquí lo damos por hecho. Esto lo hemos conseguido totalmente solos, sin ayuda de nadie, ni económica ni de ningún tipo, nos juntamos varias personas y ha salido lo que ha salido.
¿Te has sentido acogido y valorado por tu ciudad?
Sí, no hay nada como sentirse profeta en tu tierra, cuando vine a presentar mi libro a la librería Páginas, fue maravilloso, la promo, la gente que acudió… Esto es increíble y me importa más que en ninguna otra ciudad. Me siento acogido y entendido, la gente sabe y quiere arte.
¿Crees que el arte está suficientemente valorado?
Vivimos en un mundo en el que no se valora nada, ¿Por qué los artistas íbamos a ser distintos? Eso va desde la educación de uno, hay gente que nos hace crecer y otra gente todo lo contrario, pero esa es una lucha que tenemos todos los seres humanos. Lo mejor es estar en este mundo dejando la mínima huella posible, si nos preguntáramos: ¿Qué necesita el mundo? Que lo voy a hacer… Así es como la gente se sentiría libre y todos nos sentiríamos valorados, siempre habría alguien que valoraría lo que hacemos. Ojalá fuéramos críticos y no «opinologos» como en las redes sociales, si las criticas son constructivas a mi me parecen genial pero los “opinologos” no saben de nada y opinan de todo y las redes sociales nos han hecho creer que sabemos de política, de economía, de turismo… Confundimos la libertad, hay que plantearse si el mundo necesita tu opinión o es algo pasajero que no tiene ningún valor, así ganaríamos todos.
¿Qué te gustaría hacer que no hayas hecho?
Miró hizo una colaboración en Cataluña con un taller de tapicería, hizo unos tapices de 15 metros, una cosa espectacular, en la que mezcla artesanía y arte, y eso a mi me encanta. Me encantaría llegar hacer piezas de esas dimensiones, ojalá tenga esa infraestructura.
Cuéntanos sobre tu última pieza.
Ahora estoy muy implicado con el material textil, hace 3 años me apunté a clases de costura y vi todo lo que podría hacer. En Barcelona me di cuenta de que quería hacer mis propios tejidos y me apunté a clases de tapiz de bajo lizo. Ahí conocí el alto lizo, y me cambió, sabía desde hace tiempo que venía un cambio en mi obra, no solo a nivel material, sino a nivel conceptual. Hasta ahora mi obra iba directa al cerebro, libros, dibujos, con esta llegó casi al sistema nervioso, el yo individual, el que conecta a uno consigo mismo.
Cuando tu vas por la calle y hueles, y ese olor te transporta a cuando tenías siete años, es algo que conecta contigo. Para hacer ese tipo de obra no podía pasar la información por el cerebro, pues este se encuentra lleno de información nada interesante, intoxicado por cosas que nos han metido de fuera, yo quería conectar con un yo más primordial y espiritual, que la gente se emocionara simplemente viendo unas texturas, unas imágenes, unos colores, y el tapiz me daba todo eso. Así fue como mi obra dio un giro de 360º. La primera vez que se vea será en vuestra revista y en México, las acabo de terminar y llevo con ellas dos años.
La pieza que muestro en las fotos tiene 6 tipos de lana virgen, uso una de 23 micras que es la más fina que hay en el mundo, luego tiene seda y algodón. Para mi usar materiales orgánicos para dejar la mínima huella posible es muy importante, si un día mi cerámica y mis telas se deshacen es porque ya han cumplido su misión.
Cromáticamente no quería usar cualquier color, empecé con tintes naturales: sándalo, cochinilla, índigo, nuez moscada… Me encantaba esa relación que había con el té negro que yo tomaba por las mañanas, me daba cuenta de que con ese mismo té, sumergía la lana y conseguía un tono.
Estas piezas son el símbolo de la transformación, y no solo mía. Ojalá la sufra el espectador al verlas, es un símbolo de transformación vivo, esa pieza era otra cosa antes, yo la he visto transformarse, no es una lana que yo haya comprado en ese color, la gente va a ver tiras de lazos, o de seda, pero son metros que yo he teñido, he cortado y hecho los ovillos, esa pieza ha pasado por mis manos. Ahí me di cuenta de que la obra de arte es todo el proceso que yo vivía. Antes mi obra era muy literal, había un significado, en cambio en este hay mil significados y quiero que la gente lo lleve a su terreno, al vacío, que tengan esa pieza y ojalá sea emocionante.
Ha sido un proceso lento, en un mundo rápido, un mundo tecnológico, y esta pieza rompe todo eso, esta pieza es una respuesta a ese mundo rápido para demostrar que aun se puede vivir a otro ritmo y que hay que estar un poco más en sintonía con la naturaleza y no con la tecnología. El ser humano no surgió del universo para vivir a la velocidad de la tecnología, surgió para vivir al ritmo que marca la naturaleza.
¿Alguna vez pensaste llegar donde estás hoy día?
No, lo mío no era un plan, lo mío era supervivencia. Yo lo que quería hacer era salvar mi alma y vivir a través del arte. No había una estrategia de fama y dinero, eso viene luego y en mi obra se ve, habría hecho cosas muy distintas.
Próximos eventos y/o exposiciones.
Estaré en México para dar unas charlas en la universidad y para presentar mi obra. El día 15 de octubre sale mi nuevo libro y vendré a Talavera. En enero estaré en Japón. Mi libro nuevo: “Me encanta cuando tus garras acarician mi alma”, es un libro autobiográfico como los otros, es una novela con un poemario.