No tengo miedo de decirlo: algunos somos unos privilegiados. Al menos es lo que pienso mientras, desde mi casita, observo hacia abajo y veo a tanta gente pasar por las calles de Talavera, arrastrando de un lado a otro su miserable existencia. Yo me acicalo y sonrío sintiéndome en las nubes, apartada de esas personas que deambulan por la castigada ciudad mirando hacia arriba y mirándome con cierta envidia.
Los pocos que me tienen algo de tirria, que son bien pocos, es porque no trabajo. Aunque una es una trabajadora infatigable, no se engañen, pero por suerte estoy por encima de eso de deslomarme por un salario a fin de mes. Eso no va conmigo, la verdad. Y todas esas cosas que una escucha decir por ahí sobre que la vida es tan dura y que no llegan a fin de mes… la verdad es que no termino de entenderlo. También es cierto que a los míos se nos aplican reglas diferentes. Por ejemplo, a mi pisito del casco viejo no le aplican el IBI ese de las narices: especial que es una.
Pero no crean que siempre ha sido así. Según tengo entendido a los míos se la tuvieron jurada durante siglos, y aunque cumplimos una función social, se nos quería bien lejos, que no nos aceptaban de vecinos ni los curas. Eso sí, la gente del campo siempre nos han querido una jartá. Pero en las ciudades la cosa cambia: a mi abuela incluso la echaron de su casa, como si fuera una cualquiera, ¡menudos malnacidos! Menos mal que cambiaron las leyes para dejarnos en paz.
Mi gente ha logrado poner de acuerdo a todos, ya sean de derechas o de izquierdas, y no hay político que no nos tenga en palmitas. Si hasta hay una ley para que al que se atreva a tocarnos un pelo le metan en chirona o le metan una multa de morirse. Por fin somos los mimados de España… bueno, unos de tantos, claro, que en esto de los estamentos España siempre ha estado bien nutrida.
Este verano lo hemos pasado en Talavera, que aunque una no tiene trabajo hemos estado de reforma, y al principio con los chiquillos, de arriba abajo, pero sin alejarse mucho de la ciudad, que a los niños no los dejamos solos mi marido ni yo ni un instante. Eso sí, los muy golfos en cuanto han podido, en mitad del verano, se han largado con unos amigos, ¡serán ingratos! Si una se desvive por ellos y a la mínima se te van. Los vamos a echar de menos, aunque como son tan tangallos vamos a tener más espacio en casa, que seremos privilegiados, pero nuestro pisito es bien pequeño.
En unos días nos mudaremos a un chaletito en Tánger, que cuando empieza a hacer frío en España no hay quien aguante. Hay que viajar, amigas, cambiar de aires nos viene muy bien, y yo soy un alma libre, y voy donde el viento me lleva.
Pero cuando se pase lo malo volveré, que yo soy muy mía: monógama y siempre me vuelvo a mi Talavera querida, a que me mires lucir mis galas y te pongas verde de envidia. ¡Ya querrías ser como yo! Pero mi nobleza es de sangre, lo llevo en los genes. Y doy gracias al cielo de haber nacido cigüeña.