¡Pero cómo! ¡Cómo es posible que me queden cinco segundos para morir! ¡Pero si solo ha sido un error! Cómo iba a pensar yo que ésta fuera la consecuencia de mi imprudencia.
No puedo desaparecer así, tan pronto y aquí, donde será difícil que nadie me encuentre.
Qué torpeza la mía, no tenía ninguna necesidad de echarlo todo a perder, de fastidiar la vida a los que me quieren.
La curva era muy cerrada, la vegetación espesa, la niebla densa, y la velocidad tan alta como el viaducto que sobrevuelo en este momento, en pocos segundos caeré al agua.
¿Y a dónde iré ahora? Mi consciencia permanecerá observándolo todo desde algún lugar inmaterial, desapareceré en mi conjunto. ¿Me quedaré sola durante toda la eternidad?
Quiero que estos segundos terminen ya.
¿Y si lo intento de nuevo? Recuerdo que alguna vez me funcionó.
Si, estoy soñando. La calma aparece y la angustia se retira lentamente. El corazón se tranquiliza.
Voy a parar en esa pradera antes de entrar en el viaducto, y creo que volveré a casa tranquilamente.
Despierto. Ahora que lo pienso, las setas de la cena tenían un sabor extraño.
-María Juana Fernández Carrasco-