Artistas de la ciudad

Relato «El Buen Vecino» 

Escrito por Pilar Ibáñez Plaza

Este estado lamentable en el que me encuentro no es producto de las drogas. Una tos persistente,la boca huérfana de parte de sus piezas y una delgadez al límite de lo enfermizo podrían dar cuenta de ello, pero no es el caso.

Pasar en la cárcel tres décadas y salir a punto de cumplir mi quincuagésimo cumpleaños no me ha hecho mejor persona,

pero sí plantearme cómo no me gustaría vivir. Busqué un lugar donde los estigmas que te dejan marcado, como un tatuaje se graba en la piel, no dejaran más huellas que las del interior de mi alma, y encontré un discreto barrio, acorde a mis ingresos, en el que podía ser Edi, Eduardo o un ente anónimo sin más.

Pero hay veces en las que los problemas aparecen porque sí. Ocurrió hace menos de un mes, cuando volvía de mi visita periódica al hospital bastante satisfecho del resultado de mi tratamiento. Apareció de repente; un frenazo de emergencia no pudo esquivar el choque. Aturdido, lo primero que vi fue una moto tirada en el suelo. No me pareció ver sangre ni otros indicios de restos humanos que pudieran llevar a pensar en una situación más trágica.

Me percaté de que el motorista era Santi, mi vecino del quinto derecha, y experimenté una desagradable sensación. Nuestra relación se extinguió meses atrás, todo por un malentendido con faldas de por medio, que fulminó de raíz un incipiente intento de extrapolar nuestra amistad más allá del contexto vecinal.

No me dio tiempo a reaccionar. Cuando a duras penas intentaba mantenerme en pie, mi querido vecino se acercó enfurecido profiriendo insolentes amenazas. Sin que nadie lo pudiera evitar, me propinó un puñetazo. El golpe fue tan brutal que de mi labio empezó a brotar un reguero de sangre y un zumbido incesante se instaló en mi tímpano. Me desencajó la mandíbula y un sabor metálico casi me hizo vomitar. Oí sirenas acercándose. En unos minutos se despejó la escena del accidente; los vehículos, con la grúa; yo, al hospital y mi “adorado” vecino se fue a hacer una visita a la comisaría.

Herido en mi orgullo, con unos cuantos dientes menos y un deseo irrefrenable de venganza, a los pocos días le envié un ramo de rosas con una nota:

«PRECIOSA NOCHE AYER CONTIGO. ESPERO REPETIR PRONTO.

TU AMOR,

SARA”.

Su novia y él estuvieron discutiendo todo el fin de semana a cuenta de la inexistente Sara. A la novia, llevo días sin verla. Reconozco que estoy disfrutando al ver cómo donde había un indecente grado de chulería, ahora sólo queda frustración. Con razón dicen que la venganza sabe mejor fría.

Estos pensamientos miserables me recuerdan que mi naturaleza agresiva sólo está aletargada y debo permanecer alerta. No quiero volver al pasado donde la humedad de una celda agrave mi tos, ni una pelea acabe por vaciar mi boca, ni los malos hábitos en la alimentación me lleven a ser presa de enfermedades.

El próximo fin de semana subiré a hacer una visita a Santi. Le vendrá bien un poco de compañía, y le propondré algún plan, porque, al fin y al cabo, somos vecinos.

-Pilar Ibáñez Plaza-

Redacción

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