La rivalidad entre las ciudades ya existía en la etapa musulmana, y quedó reforzada en el siglo XIV cuando se puso a Talavera bajo el dominio administrativo de Toledo.
Era octubre de 1833, la habitación olía a humo y al sudor acumulado tras varias semanas de reuniones. Bajo sus máscaras y capuchas, debían tomar una serie de decisiones que no tendrían vuelta atrás. Estaban nerviosos. No por la guerra que estaban provocando, y que costaría miles de vidas, sino por el hombre que esperaban. Todos intuían quién podía esconderse tras las vestimentas masónicas, pero del desconocido no sabían nada. Tan sólo que se hacía llamar Kadosh, y que era el brazo ejecutor de la logia masónica.
Por el camino que atravesaba los montes de Toledo, el citado espoleaba inmisericorde a su caballo, no tenía prisa, reventaba montura tras montura solo por el placer de hacerlo: el dinero no significaba nada para él, sólo el poder.
Cuando llegó al cigarral donde se daba la reunión secreta, varios se le acercaron cortésmente, hasta que se dieron cuenta de quién era y se apartaron temerosos. Él era el único que podía llevar armas en esa reunión, y todos sabían que no llevaba espada de adorno, como hacían otros. Fumaba un gran cigarro bajo el metal de su media máscara, mostrando una sonrisa con dos dientes de oro. Sin saludar a nadie se acomodó en una pared, donde podía medir a cada uno de los integrantes del grupo. Al fin y al cabo, su trabajo era el de eliminar toda amenaza contra la logia… y la mayor amenaza siempre venía de dentro.
A una orden de su líder, todos salvo él se desprendieron de sus máscaras, reconociendo a compañeros de ministerio, de partida de cartas e incluso de banco de iglesia. De tanta personalidad allí reunida podría decirse que una bomba de la suficiente potencia dejaría sin gobierno a España durante veinte años… o tal vez sin corrupción, dependía de quién opinase.
Ante ellos desplegaron un mapa de provincias, como el que ya se planteó hacía veinte años, en las que se incluía Talavera y su jara como una de ellas. Tenía el sello del gobierno.
– ¿Está hecho? – Preguntó uno de los asistentes, a quien todos reconocían como un alto funcionario de la gobernación.
– Claro – Afirmó, escueto, el caballero que conservaba su máscara. Pero ante la mirada interrogadora de todos los ponentes, decidió regalarles algo más de información. – He acabado con el cabecilla, ese tal Manuel María González. Se han escapado unos cuantos, pero ya hay orden de perseguirlos y ejecutarlos en cuanto sean hechos prisioneros. Se les fusilará por la espalda, como traidores. Eso desencadenará más levantamientos… y en menos de un año España entera estará envuelta en una guerra fratricida.
– Bien, así tendremos la excusa perfecta para no devolverles las sedas ni convertir en provincia a esa maldita ciudad, este mapa no debe hacerse realidad – Dijo un prelado, al tiempo que escupía sobre la moqueta. El resto de clérigos le imitaron.
– ¿Por qué odiáis tanto esa ciudad? – Preguntó uno de los masones que venía del norte, incapaz de situar en un mapa salvo los mares en los que se había hecho rico.
– No la odiamos a ella, sino lo que significa – Apostilló un marqués – En ella han surgido demasiadas ideas nuevas: las tragicomedia de Rojas, la reflexión del poder de Mariana, la ciencia de Herrera…
– Además, así vengamos a Drake, que sólo fue derrotado por Aguirre… y a los trescientos toledanos decapitados por Amrus Ben Yusuf – incluyó un toledano de mirada estrábica y sonrisa falsa.
– Por último – bromeó el caballero enmascarado con su ironía cruel – no podemos obviar que en Talavera casi cambia la historia la reina María de Portugal, que se enfrentó a su hijo y a su propio hermano… que una mujer quiera levantarse sobre su rey sí que supone una idea nueva y peligrosa.
– Pero ahora estamos luchando contra el pretendiente Carlos para que gobierne su sobrina, Isabel – Dijo extrañado un poeta que no había sido nunca publicado y vivía de su familia y sus ínfulas.
– ¿En serio? Yo creía que íbamos a reinar nosotros – Sentenció entre una bocanada de humo… y todos se rieron de la ocurrencia salvo el ingenuo poeta.
Cansado, el caballero Kadosh decidió acabar con esa reunión… ya había pensado qué dos masones no llegarían nunca a su casa, y todos sabrían que había sido por su mano. Era importante mantener el miedo, tanto en política como a nivel personal. Se adelantó hacia la mesa y golpeó con su puño el mapa, alzando la voz ante los murmullos de asombro.
– Mientras haya un gobierno en la sombra… mientras queramos que unos pocos sigan esclavizando a muchos, tendremos que subyugar a las ciudades como Talavera. Márchense a sus respectivos puestos de poder y prepárense para ganar la guerra que hemos empezado aquí: mientras dure tendremos manga ancha para purgar este país como nosotros queramos.
Todos se marcharon, dejando el mapa encima de la mesa. El conflicto que se avecinaba dejaría ese proyecto relegado a los archivos y los libros de historia y, dónde antes había estado dibujada la provincia de Talavera, sólo quedó la cicatriz de la brasa de un cigarro.