Relatos

San Valentín con un amor inesperado

Un breve relato que te va a sumergir en una breve historia de amor oculta. By Carlos Peinado.

Ella entró en el restaurante y el tiempo pareció pararse. Todos los hombres de la sala la miraron petrificados, ante las quejas y algún que otro bolsazo de sus acompañantes femeninas.
Desde luego era una mujer de bandera: con el cuerpo esculpido en miles de horas de gimnasio, el pelo recogido en un perfecto peinado, la mejor ropa de marca y un pequeño toque de maquillaje para realzar las facciones que la naturaleza le había regalado. Además tenía una voz preciosa y dos doctorados, pero eso no podían descubrirlo mirándolo, y sólo el envoltorio les había dejado boquiabiertos a todos: uno hasta se cayó de la silla, al inclinarse para verla mejor. Ellos se preguntaban, envidiosos: ¿Quién sería el afortunado que cenase esa noche con ella?

Una camarera la acompañó hasta un reservado, ya que esa mujer también tenía dinero a espuertas, lo cual no hacía sino que fuese no sólo deseable si no irresistible. ¿A quién esperaría?, se preguntaban los cocineros que habían salido a verla sin importarles que la cocina pudiera salir ardiendo.

La joven, pese a la seguridad que mostraba en los desfiles y en su vida diaria, temblaba por dentro como una hoja, y esperaba que, a más de cien kilómetros de Madrid, nadie pudiera reconocerla y descubrir esa pasión oculta que celebraba cada San Valentín, y que sólo ella conocía.

“Si se enterase Luis” pensó llena de miedo. Era tan estricto… y todas las reglas que le imponía se las estaba saltando esa noche. Podía meterse en un buen lío… pero no se sentía culpable. Todos la creían perfecta, y hasta había llegado a creérselo, pero en su vida reglada de sacrificios, se permitía, al menos una vez al año, dejarse llevar por sus pasiones más ocultas, por sus vicios inconfesables. Nadie hubiese creído su irresponsabilidad, el echar por tierra su duro esfuerzo diario por unas horas de placer, pero lo necesitaba, era superior a ella.

Cada San Valentín, se preparaba buscando un objetivo adecuado en Internet. Había multitud de páginas para buscar un desahogo para una mujer como ella. El que estuviera forrada lo hacía todo mucho más fácil. Ella se desplazaba, se despachaba a gusto y luego se marchaba. Lo más complicado era encontrar un sitio discreto y un objetivo lo suficientemente apetitoso para arriesgar su vida perfecta por una noche loca.

Entró la misma camarera, que parecía no juzgarla. Al fin y al cabo, mucha gente hacía lo mismo que ella, incluso cada día y sin tomar tantas precauciones. La modelo de incógnito sacó un billete de doscientos euros para comprar su silencio, y lo dejó bajo un vaso como muestra de que esa era su propina si sabía jugar bien sus cartas. La camarera le sonrió y guiñó un ojo, cómplice.

“No se preocupe, usted no ha estado aquí, y sólo yo atenderé el reservado. Su secreto está a salvo”.
Ella lo tenía todo preparado, un taxista estaría esperando para cuando quisiese abandonar el restaurante, y tenía una habitación reservada hoy y mañana, por si no quisiese levantarse pronto. La misma camarera entró y le entregó la carta. Tras un rato de tensión, explotó y se dispuso a lanzarse a sus más bajas pasiones.
“Va usted a traerme…¡toda la carta de postre, y dos cafés con crema de orujo! ¡Y cómo se le ocurra ofrecerme sacarina!” Dijo mientras apagaba el móvil y esperaba que Luis, su personal trainer y dietista, jamás se enterase de que, una vez al año y por San Valentín, se ponía de azúcar hasta arriba como una niña.

Carlos Peinado

Profesor en el colegio PVIPS Adalid Meneses en Talavera de la Reina, Miembro de la Asociación de Escritores Insomnes y guionista de Cómic.

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