Las puertas de su salvación

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Un breve relato te va a sumergir en un mundo de sensaciones que te llevarán a recorrer la ciudad. By Club de Escritores Insomnes.

Correr. Huir a través de miradas que le negaban auxilio. Sus piernas se movían solas. Sus pies descalzos golpeaban con fuerza los adoquines de la calle. Más allá de su carrera, una puerta suponía la salvación. Tras él, unos perseguidores implacables.

Había dejado el río a su espalda, y corría por la cuesta a toda velocidad. Los pescadores no le habían prestado atención ni a él ni a los que le seguían. Temía que se le saliesen los pulmones por la boca. No quería mirar atrás, el pánico a que le alcanzasen era lo único que le espoleaba.

Esas puertas suponían su única posibilidad, y parecía que todo su cuerpo lo supiese, impulsándole más rápido de lo que nadie hubiera creído. Pero detrás de él, tres pares de piernas corrían, como si estuvieran atraídas por el olor de su miedo.

Ya podía distinguir la inmensa mole de la colegial, pero no se fijó en el rosetón ni en la gastada puerta: si hubiera podido la hubiera echado abajo, pero en lugar de eso se estrelló contra ella, abrazando esa madera atacada por siglos de carcoma, desgastada por el uso y limada por los balonazos de los chiquillos. El miedo no le abandonó pese a la mole que parecía devolverse el abrazo e invitarle a entrar en la iglesia.

Sus perseguidores redujeron el frenético ritmo, dubitativos, y sus manos se quedaron petrificadas en el aire. El perseguido abrió sus pulmones y exhaló un grito mientras las rodillas le flaqueaban, con una simple palabra que atravesó su laringe como un puñal para salir por su boca.

“¡Salvado!” gritó, y sus perseguidores se convirtieron en perseguidos en los juegos infantiles de la Plaza del Pan de Talavera de la Reina.

 

Por Carlos Peinado

Profesor en el colegio PVIPS Adalid Meneses en Talavera de la Reina, Miembro de la Asociación de Escritores Insomnes y guionista de Cómic.
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