En verano todo el mundo me busca. La verdad es que en invierno también soy importante, pero no sé qué tendrá esta estación, que nadie puede evitar la tentación de echarme una ojeada. No puedo hacer nada, algo tendré para ser el foco de atención. Yo creo que, cuando la gente está tocada por el calor, se sienten inevitablemente llamados por mi presencia: todos tienen ojitos para mí y, la mayoría, no pueden evitar la necesidad de sobarme y notar mis esculpidas formas.
En especial, resulto irresistible a las mujeres. Muchas veces depende de mí si llevan mucha o poca ropa. Es otra de mis cualidades más sobresalientes. Me consultan antes de ponerse cualquier cosa… si al final voy a crear tendencia y todo. Es echarme un vistazo y, debido a mi devastadora influencia, muchas llegan hasta a quitarse la ropa. Sí, no estoy de humor, puedo hacer que esa chica tan mona, decida cambiarse ese vestido tan sexy para ponerse ropa más “apropiada”. Luego me siento culpable, no crean.
Pero no se confundan, para mí lo más fácil sería hablar de lo bueno que tengo, pero sé, que al igual que todos de mi familia, llevo el veneno dentro, es un “algo” que fluye en nuestra sangre y nos hace calentarnos con una facilidad increíble. A veces nos verás en el telediario, y siempre que sale alguno de los míos, significa malas noticias. Cuando estamos hasta arriba… ¡arde el mundo! Eso tampoco podemos evitarlo, así que no voy a sentirme culpable.
No puedo luchar contra mi naturaleza. Soy consciente que puedo ser un peligro, sí. Sin embargo, cuando te encuentras mal, ahí estoy yo. Me abrazas y sólo con ver mi reacción, sabes si puedes sentirte aliviado o debes irte de cabeza a buscar ayuda más profesional. Te sorprendería saber a la de personas que he quitado un peso de encima sólo con tenerme unos minutos entre sus brazos.
Hay muchos otros como yo. Por supuesto hay de todo tipo, muchos de los más jóvenes son unos modernos, pero yo sigo siendo un clásico, y se me tiene por más fiable, aunque también es más difícil escrutarme… los chicos de hoy en día te lo enseñan todo con sólo saber darles en el botón adecuado. A mí hay que mimarme, darme vueltas hasta que te doy lo que estás buscando de mí. Eso sí, nunca fallo. Hay ocasiones en la que alguno se cabrea por lo que le digo. Me han llegado hasta a zarandear de un lado para otro con violencia. Pero luego vuelven a abrazarme, saben que no tengo la culpa de darle malas noticias, al fin y al cabo no puedo evitar lo que soy.
Hoy, por ejemplo, me siento de buen humor, así que he dejado que la gente se vaya a la playa… ¡Sin mi estarían condenados a quedarse en casa! Tengo el edificio entero para mí, pero me echaré una siesta, que este verano me está tocando trabajar muy duro.
Y ahí se quedó, en la terraza de la casa, el fiel termómetro de mercurio, creyendo que era de él de quién dependía la temperatura del mundo.