Te presentamos los míticos «garitos», aún muchos recordamos que antes de la práctica masiva del botellón en nuestra ciudad, existía una cultura de la diversión y del salir que hizo de Talavera un referente.
La oferta de locales de copas y discotecas tenía un aliciente super importante, al no existir el tlf. móvil la gente salía a vivir la fiesta, no a inmortalizarla, por lo que la pasión y las relaciones sociales eran de primera.
Tras vestir nuestra camiseta negra de uno de nuestros grupos de música favoritos, de esos que escuchábamos hasta que las cintas se enredaban 10 veces (otra vez a pedirle de nuevo al amigo que compró la original la suya para grabarla), nos engominábamos bien (era la seña de identidad de los que pasábamos de los 15 y la discoteca Green ya no nos llamaba) y… ¡Quedábamos en la Plaza del Chicle! Sin necesidad de móviles ni WhatsApp.
Comenzando la noche
Para empezar la noche era obligado visitar el Bar Castilla con su vinito dulce y sus barquillos, y La fakultad con Fernando y sus enormes pinchos. O El Zapata, donde entre chupitos y cientos de sombreros mejicanos estábamos arropados por el buen ambiente que allí reinaba.
Tras calentar motores
Pues pasábamos a mover el esqueleto en el elegante Private, con su exquisita decoración, o Palenque, situados ambos en la avenida del Príncipe, o el muy ameno Nassäu en plaza Miguel Ángel.
Arrancaban entonces Vaticano y Aire, dando comienzo a los primeros pubs de ambiente. La Reserva, siempre hasta la bandera, o el animadísimo Media Suela. Sin olvidarnos del más que famoso, Epílogo. Donde si no te andabas con cuidado acababas al final de sus pronunciadas escaleras.
Lugares todos ellos donde el tiempo volaba en compañía de los amigos de siempre, de los nuevos que se hacían en las barras o con los amores que surgían bajo la suave luz de los focos, al ritmo de los famosos «Mákina Total», pasando por los Top del «Pop Español» como Duncan Dhu, Los Secretos, Alaska y Dinarama, y hasta los nuevos ritmos latinos como el pelotazo de ese verano llamado «El tiburón».
Las terrazas de verano
Y hablando de verano y sonidos latinos, es imposible no acordarse de aquellas terrazas como Índico. Que recordaba a una plaza de toros, con sus palmeras haciendo el centro del coso. Y al lado La Siesta, con su aire de patio andaluz recién regado, para, posteriormente visitar o el Huerto, que luego congregó las tres terrazas bajo el nombre de «La Habana», donde convencer a alguien para que después te acercara en coche a casa. Podías disfrutar del frescor de la noche al aire libre. Entre barras bien surtidas de licores, pistas de baile con gogos de piernas interminables y su conocida piscina, fiesta hasta el amanecer, con la pista totalmente llena.
Para los que gustaban más de lo urbano, había varias opciones para continuar la noche. A los más «cañeros», garitos como BB+ y Apoku, que dieron paso al antiguo Código, donde podías escuchar desde el pop más actual hasta los mejores clásicos del rock. La Taberna Fantástica, que presumía de hacer los mejores minis de calimocho de la ciudad, o los más Indie como El Escondite, La Tasca del Duende o The Beat.
Sí… ¡Teníamos After Hours!
La otra opción era terminar a ritmo de música electrónica con los mejores Dj’s en sitios como La Jungla, la Kú (antes de que Carmelo Castilla la cubriera de pop internacional), y el mítico after hour llamado KKO. Donde encontrabas a todos los que habías ido saludando de local en local entre infinidad de flashes y humo. Siempre salías a la calle de día, con la noción del tiempo perdida y alguna que otra copa de más, aunque esto se arreglaba empalmando en la churrería, pues los más atrevidos optaban por el Pepe´s, este fue el último pub de «la senda» en cerrar sus puertas.
Algunos de estos locales ya no existen, otros continúan con diferente nombre o propietario. Y sólo algunos pocos sobreviven de aquellos estupendos años para los que nos anteponemos a los millenials. Las personas que conocimos, las situaciones que vivimos, las risas, los llantos, los primeros amores y las primeras tomas de contacto con el alcohol permanecerán siempre imborrables en nuestra memoria.
¡Brindemos por ello!