En 1294 el rey Sancho IV otorgó a Talavera el privilegio de celebrar unas ferias de ganado, algo que benefició enormemente a la villa, al estar situada en las cercanías de dos cañadas reales: la de León y la de Segovia. En principio estas ferias se celebraban ocho días antes y después del día de San Andrés (30 de noviembre), pero por cuestiones climatológicas se terminaron cambiando las fechas. Las ferias supusieron tanto un impulso económico para Talavera como una seña de identidad.
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