La idiosincrasia popular que nos caracteriza hace que a menudo hagamos alusión a una víscera tan conocida como el hígado, sobre todo tras excesos en la dieta a expensas de calorías y alcohol. Ahora bien, ¿qué conocemos sobre el hígado? A grandes rasgos podemos decir que el hígado es posiblemente la víscera más importante del organismo por su función metabólica, además de ser la más voluminosa llegando a pesar hasta casi 2kg en adultos. Se encuentra mayormente en la región denominada hipocondrio derecho, que es la situada en el lado derecho del abdomen justo por debajo de las costillas, es de color rojizo o marrón y se divide en cuatro lóbulos principales. Podríamos vivir sin alguno de estos lóbulos. Su nombre deriva del latín iecor ficatum (“lleno de higos”), nombre que le asignaron por su textura desgarrable (similar al paté). Tiene importantes relaciones anatómicas (diafragma, corazón, estómago, vena cava, colon, peritoneo…). Entre sus funciones, destaca la eliminación de sustancias tóxicas de la sangre, como por ejemplo el alcohol, transformándolas en otras sustancias que no sean dañinas para nuestro organismo. Pero también son funciones hepáticas la síntesis de glucógeno (almacén de azúcar), la síntesis de proteínas plasmáticas fundamentales para nuestras defensas (albúmina, algunos factores de coagulación…), el reservorio de vitaminas que constituye (haría las funciones de “despensa” para nuestro organismo de vitamina B12, hierro, vitamina A, cobre…), la síntesis de bilis (importante en la digestión), triglicéridos y colesterol (componentes esenciales de las membranas celulares), y otras funciones, hasta casi 500 en total (de las cuales unas 20 son específicas y vitales).
Las afectaciones del hígado podemos clasificarlas en cuatro grandes grupos: las de origen tóxico, las de origen infeccioso, las de origen tumoral y otros procesos. La progresión de muchas de ellas desemboca en una común afectación severa del hígado, con degeneración de sus células llamada cirrosis hepática, que puede conducir a la muerte. Otras patologías frecuentes del hígado son las hepatitis (enfermedades virales del hígado; la A se transmite por aguas o alimentos contaminados, la B por contacto con sangre u otros líquidos corporales, la C que es de transmisión sanguínea, la D y la E), la esteatosis hepática (inflamación grasa del hígado), las hepatopatías tóxicas (afectación de las células hepáticas por un tóxico como puede ser alcohol, setas venenosas y muchos fármacos) y los tumores hepáticos (hepatocarcinoma).
¿Qué podemos hacer para cuidar nuestro hígado?
Serían más las sustancias a evitar que a tomar en este capítulo. Es fundamental un uso adecuado de medicamentos, evitando la automedicación y los fármacos innecesarios, siguiendo siempre los consejos de un médico. No menos fundamental es evitar los potenciales tóxicos accesibles como el alcohol. Sin alcohol se puede vivir, pero no sin hígado. La ingesta de setas silvestres debe ser del mismo modo cautelosa, siempre asesorados por un experto. La dieta debe ser equilibrada, evitando grasas saturadas y azúcar contenidas en los alimentos fritos y preparados industrialmente, como refrescos gaseosos, embutidos y churros. Es recomendable la ingesta de al menos unos 8-10 vasos de agua mineral diarios. En cuanto a alimentos que puedan ser beneficiosos para el hígado, podemos citar zanahorias, remolacha, rábanos, fresas y uvas, la escarola y las coles, por sus poderes antioxidantes y su contenido en carotenos, flavonoides y lecitina. También la soja, tomate, levadura de cerveza y ajo.