En el siglo XVI se empezaron a brindar a los visitantes de Talavera los “brinquiños”, unas tazas de loza en los que se servía agua a las damas, las cuales después de beberlo se las comían en la creencia de que comer cerámica blanqueaba la piel. Ya en 1568 Fray Andrés de Torrejón se queja de los omnipresentes brinquiños en las damas que incluso hacían rosarios de esa materia.
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