Sucedió el 1 de octubre de 1927 en la que entonces era ermita del Prado, quedando suspendido en un clavo a una profundidad de cinco metros, ya muy cerca del agua. Aterrorizado se encomendó a la Virgen del Prado y fue salvado milagrosamente. Le sacaron de aquel pozo Valentina Mora, hermana del cura, y Cecilio González, hijo del sacristán. Su padre como agradecimiento mandó pintar un cuadro como recuerdo en el lugar donde ocurrió.
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