Hay niños que reaccionan bruscamente ante disimiles situaciones, pasan la mayor parte del tiempo de mal humor y se enfadan con facilidad. Son pequeños muy sensibles e hiperreactivos a los que les cuesta controlar sus emociones y su mal carácter. De hecho, es usual que se molesten con las personas que les rodean incluyendo sus padres, quienes muchas veces no saben cómo lidiar con este tipo de comportamiento y les preocupa que a largo plazo pueda convertirse en un problema.
Niños malhumorados, más inteligentes
El profesor de psicología y experto en emociones que estuvo a cargo del estudio, Joseph Forgas, realizó una serie de experimentos en los que les pedía a los participantes que vieran algunas películas que evocaban diferentes emociones y que recordaran eventos positivos y negativos de sus vidas. Luego los sometió a una serie de pruebas en las que tenían que ofrecer detalles como testigos oculares de determinados hechos o brindar su opinión acerca de la veracidad de algunos mitos urbanos.
Al analizar los resultados, Forgas encontró que cuando los participantes estaban enfadados se mantenían más atentos, cometían menos errores, mostraban un pensamiento más reflexivo y desarrollaban una mayor capacidad para fijar los hechos. Asimismo, quienes se enfadaban más tomaban mejores decisiones, eran más incrédulos y afrontaban las situaciones complicadas de forma más asertiva, en comparación con quienes lograban regular sus emociones negativas y se mantenían siempre optimistas.
En práctica, este experimento demuestra que el mal humor estimula la memoria y potencia el procesamiento de la información y la capacidad de análisis, a la vez que desarrolla la habilidad para tomar decisiones con mayor objetividad y juzgar a los demás sin prejuicios. De hecho, quienes se enfadan con mayor frecuencia desarrollan estrategias de procesamiento de la información más adaptativas y objetivas.
¿Cómo controlar el mal humor de los niños sin limitar su inteligencia?
Todo indica que el mal humor puede convertirse en un gran aliado para el desarrollo de las habilidades cognitivas infantiles. Sin embargo, el mal genio también tiene un lado negativo: los niños malhumorados suelen tener menos capacidad de autocontrol, desarrollan menos estrategias de resolución de conflictos y, por consiguiente, tienen un círculo de amistades más reducido. A la larga, el mal humor puede conducir a un trastorno de conducta disocial, que no solo afecta al pequeño sino también a quienes le rodean.
Para reducir estos riesgos y aprovechar las ventajas desde el punto de vista cognitivo que reporta el mal humor, lo ideal es enseñarles a los niños a controlar sus reacciones negativas desde una edad temprana. Es importante enseñarles a expresarse con palabras y no con gritos o golpes, así como a evitar las situaciones o las personas que les hacen enfadarse. También deben aprender a canalizar sus emociones, ya sea alejándose de la situación que los irrita o poniendo en práctica técnicas de autocontrol emocional.
Como colofón, vale aclarar que estas estrategias solo serán eficaces si los niños tienen un buen ejemplo en casa. Si los pequeños notan que sus padres se enfadan con frecuencia y pierden el control, es probable que asuman que esta reacción es normal y terminen imitándola. Por tanto, si quieres que tu hijo no se enfade tanto, debes convertirte en su modelo.