El 2 de diciembre de 1959, Talavera de la Reina amaneció bajo un cielo encapotado y con un viento que, desde las primeras horas, mostraba una fuerza inusual. Lo que al principio parecía una ventisca más del invierno castellano, pronto se convirtió en un huracán que azotó la ciudad con una violencia que pocos podían recordar. Las ráfagas, cada vez más intensas, sacudían las calles, levantando polvo y haciendo crujir las estructuras más débiles.
El caos en la ciudad: apagones y desperfectos
Durante los días siguientes, el huracán no dio tregua. La infraestructura eléctrica de Talavera se vio seriamente afectada. Los cables de alta tensión y las líneas de distribución no pudieron resistir la embestida del viento. Las averías en las conducciones eléctricas se multiplicaron, dejando a barrios enteros sumidos en la oscuridad. Las familias, acostumbradas a la iluminación eléctrica, tuvieron que recurrir a velas y lámparas de aceite, rememorando tiempos pasados.
Las cuadrillas de operarios trabajaban sin descanso para reparar los daños, pero el viento constante dificultaba las labores.
El campo y las huertas: pérdidas significativas
No solo la ciudad sufrió las consecuencias del huracán. En las zonas rurales y en los campos circundantes, los agricultores enfrentaron graves problemas. Los cultivos quedaron expuestos, y muchos resultaron dañados o destruidos, lo que significó pérdidas económicas importantes para los agricultores.
Además, las conducciones eléctricas que abastecían a las zonas rurales también sufrieron averías. Las granjas y casas de campo quedaron sin suministro eléctrico, complicando aún más la situación de las familias que dependían de él para sus actividades diarias.
El fin de la tormenta y las lecciones aprendidas
Tras varios días de intensa lucha contra los elementos, el huracán finalmente amainó. Las labores de reparación pudieron avanzar con mayor rapidez, y poco a poco se restableció el suministro eléctrico en los distintos barrios y zonas rurales. Sin embargo, el recuerdo de aquellos días de diciembre de 1959 quedó grabado en la memoria colectiva de Talavera.
Este acontecimiento puso de manifiesto la necesidad de mejorar las infraestructuras y prepararse mejor para enfrentar fenómenos naturales de este tipo. Las autoridades locales tomaron nota de las vulnerabilidades expuestas y se impulsaron medidas para reforzar las conducciones eléctricas y las estructuras más susceptibles al viento.