Ya están las cosas de Navidad, espetó mientras paseaba por la calle Trinidad de la mano de su madre y hermanos. La acera, estrecha, hacía que la familia numerosa se tuviera que dividir en dos grupos para el paseo. Los pequeños miraban hacia arriba y los lados maravillados por el colorido de las grandes bombillas y los adornos navideños. Reyes magos, belenes de todo tipo, bolas, muérdagos… copaban escaparates donde el color rojo, el oro y el verde eran los grandes protagonistas. Los coches, pasaban despacio como deleitándose del recién estrenado decorado navideño.
– ¡Mira allí mamá! – decía el pequeño asombrado por un camello que era casi de su tamaño o incluso mayor.
– ¡No mamá, mira esas bolas qué bonitas son! – apuntó el mayor de los chicos.
La madre complaciente sonreía a sus pequeños atendiendo a las llamadas de atención que sin parar le hacían llegar. Todo el camino desde la plaza de España hasta la Corredera del Cristo pasando por San Francisco y el Reloj, fueron entusiasmados dando buena cuenta de todos los detalles aparecidos en escaparates, farolas y mobiliario en general. La tarde era fría. Muy fría. Pero el ambiente cálido. Cambiamos la hora. Llega el frío. Los días se acortan. Parece el anuncio de la llegada de en época triste, oscura y apagada. Todo lo contrario. Aun así, aquellos que cerraban la jornada laboral con luz, gruñen ahora, pies en la calle, cuando al mirar al cielo no ven más que el negro anaranjado de las noches de ciudad. Frío o fresco, se anhela el calor que se detestaba cuando nos hacía sudar en las tardes de verano. Nunca conformes, estorban los abrigos que se estrenaron con impaciencia a las primeras nubes de San Mateo. Siempre ha sido igual. Cambian las modas, no las costumbres.
Sentados alrededor de una mesa camilla con un brasero de picón tres niños manoseaban un catálogo de juguetes. Gritaban y apuntaban nerviosos referencias y destinos.
– Esto para casa del tío, esto para la de la abuela – Parecía muy importante lo apuntado, todos estaban muy concentrados. En un segundo plano los abuelos observaban con una media sonrisa, tomando nota de todos los apuntes que en voz alta se hacían sobre el catálogo. Pronto vendrían a recogerlos. Había que disfrutar de esa ilusión que parecen solo tener los niños. El abuelo la hacía suya. La abuela por descontado. Cuando uno es consciente que todo toca a su fin todo se aprovecha más. La excitación de los chiquillos obviaba incluso al televisor y al único programa infantil que echaban por la tarde. Había alguna cadena más pero en la vieja casa de la calle el Charcón no terminaba de verse bien.
YA ESTÁN AQUÍ UNAS FECHAS INOLVIDABLES, UNOS DÍAS QUE TODOS HEMOS VIVIDO PASEANDO POR LAS CALLES DE TALAVERA DESDE NIÑOS, SOÑANDO FRENTE A UN ESCAPARATE DE LA CALLE TRINIDAD CON EL JUGUETE DESEADO, CON LA INCERTIDUMBRE DE SI NOS LOS TRAERÍAN LOS REYES, PASANDO POR NUESTRAS ETAPAS HASTA LA MADUREZ, LA ILUSIÓN SIEMPRE ESTÁ AHÍ, PERO EN CADA ETAPA DE UNA FORMA DISTINTA.
Llegado diciembre el chip cambia. Somos más sociables, salimos más. El ambiente en general de la ciudad cambia. Ya no nos importa tanto el frío como sí molesta la lluvia. No somos conscientes de su necesidad y solo vemos sus molestias en ella. Por regla general no suele llover mucho (por desgracia) y, puede ser por esa falta de costumbre, por lo que no somos tolerantes con su presencia. Una cena, un encuentro o el deporte parecen incompatibles con un día de lluvia. ¿Qué pensarían si nos vieran por un agujerito desde Edimburgo? Una llovizna de invierno no impide nada. En la cabeza del que mira al cielo para hacer planes está el escollo.
Una buena pandilla se refugiaba en los recién vallados soportales de la Plaza
del Chicle. El chirimiri que regaba las calles no frenaba las ganas del grupo de visitar el Belén Viviente que había sido instalado en la Calle Carnicerías.
– Dicen que este año han puesto ovejas y cabras de verdad – apuntó uno de los chicos con elevado entusiasmo.
– ¿Te imaginas que el buey y la mula fueran de verdad también? – contestó otro burlón.– ¡Venga vámonos, que ya estamos todos! – arrancó la marcha la vivaz lideresa del grupo con notable excitación. Atravesaron el embarrado Prado bordeando la Basílica de Nuestra Señora del Prado con paso ligero entre juegos y risas fruto de la emoción. No pudieron evitar, al llegar a su altura, subir y bromear sobre el escenario en el que se realizaban los conciertos de las Ferias de San Mateo y San Isidro. Aprovecharon un momento de cese de la lluvia para seguir su marcha hasta el principio de la muralla que marcaba el comienzo de “la calle de los árboles”, y con él el Belén Viviente que venían buscando. Era más bonito de lo que ellos esperaban.
Nos quejamos de cenas y eventos familiares si tenemos muchos. Nos causa casi un trauma no tener gente con quien organizar cenas. Por regla general una persona con una vida social normal debería tener compromisos en los días señalados como noches clave – La buena y la Vieja – y sus posteriores. Los Reyes y sus vísperas son opcionales. Luego está la del trabajo, tan impepinable como inapetente. La del gimnasio, deseada por solteros y casados por diversos motivos. La del equipo (futbol, baloncesto, petanca…) también deseada, entre otras. La nueva cena que ha nacido de la crisis es la de expatriados: ¿qué grupo de amigos de Talavera y alrededores no tiene al menos dos amigos que si no han emigrado de país sí lo han hecho de comunidad autónoma?
Agarrados de unas manos envueltas en guantes, una pareja disfrutaba de la recién estrenada “peatonalidad” de la Trinidad. Muchos comercios han cambiado pero los “clásicos” perduran. Sus andares advertían el recelo de la extraña sensación de pasear por donde apenas unos meses atrás circulaban los coches. Miradas cómplices, sonrisas y arrumacos furtivos animados por el ambiente navideño, acompañaban a la pareja en su paseo. ¿Qué regalo? ¿A ver qué me compra? ¿Y a este que le traigo? ¿Qué me dijo que quería? ¿Le gustará? ¿Igual piensa que soy rácano? ¿Es demasiado pronto para regalarnos algo? ¿Igual se piensa lo que no es? ¿Y si me apetece regalarle algo qué? ¿Cuándo se lo doy? ¿Si se lo dejo en los zapatos pensará que soy una ñoña? Preguntas, preguntas y más preguntas que complican una época y un acto del que se debería disfrutar. La respuesta más simple suele ser la acertada.
Paseaba por la Ronda alcanzando la Muralla. Admiraba el foso y el medianamente restaurado muro. La iluminación, intermitente en su encendido, está bastante bien conseguida. Paso lento pero firme por la pasarela, acorde a mi compañía. Al fondo unas luces. Unas casas de cartón piedra. Una oveja de gomaespuma. Encantado y entusiasmado, disfrutaba de esta época en la que todo cambia para bien. La emoción se desbordó con un señor sentado en un trono dorado. En realidad eran tres. Pero yo no miraba. Era él quien lo hacía. Su cara lo decía todo. De la mano de mi pequeño disfrutaba de la ilusión más que si fuera la mía. La comparaba con aquella ilusión de los primeros paseos con mi madre y hermanos, del libro de juguetes que veíamos en casa de los abuelos, de las salidas adolescentes y los paseos de novios con la que ahora es mi mujer. Esta era sin duda mejor. Aun la disfruto.
DESDE LA REDACCIÓN DE LOVE TALAVERA OS DESEAMOS UNOS ESTUPENDOS DÍAS DE FRÍO RODEADOS DE TODA ESA GENTE QUE QUERÉIS, Y COMO NO, QUE OS QUIEREN TANTO COMO NOSOTROS QUERIDÍSIMOS LECTORES. NUESTRO DESEO PARA EL PRÓXIMO AÑO ES EL MÁS SENCILLO Y VALIOSO, SALUD Y MUCHO LOVE
MANTENER EL AMOR ES MANTENER EL RESPETO, LA ILUSIÓN Y LA CONFIANZA FELIZ 2015