En los años setenta, muchas pequeñas fábricas tenían todavía la tradición de producir cerveza de alta fermentación y, viendo el éxito que estaban teniendo las trapenses, comenzaron a elaborar cervezas llamadas de abadía, imitando o redescubriendo el sistema de producción tradicional. Después de que estas cervezas artesanales fueran absorbidas por las grandes industrias perdieron su aspecto artesanal y, por razones puramente económicas, vieron eliminado su elemento más importante: la segunda fermentación en botella. De hecho, algunas cervezas, como la Grimbergen, tienen hasta conservantes y antioxidantes.
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