En el año 409 la Caesarobriga romana apenas podía defenderse de los ataques que venían por parte de los bárbaros, la efectividad de las legiones ya no era ni mucho menos lo que había sido y, ese año, aparecieron en la zona unos extraños invasores. Eran espléndidos jinetes que montaban en pequeños y resistentes caballos, y utilizaban grandes perros de presa, pero lo más extraño eran sus creencias religiosas, pues eran politeístas y rendían culto a la espada clavada en la tierra. Se trataba de los alanos, un pueblo estepario de oriente emparentado con los sármtas y permanecerían en nuestra zona unos años, hasta la llegada de otro pueblo, los visigodos que acabarían expulsándolos.
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