El arroyo Papacochinos fue uno de esos cauces discretos pero constantes que acompañaron la vida rural y urbana de Talavera de la Reina. Nace en el término municipal de Pepino, cerca del conocido Gran Chaparral, y desde allí descende alimentando su cauce entre pinares, tierras de cultivo y caminos polvorientos.
A lo largo de su recorrido, cruza parajes como Prado del Arca y la Huerta de la Cigüeña, regando tierras fértiles que fueron trabajadas durante generaciones. Aunque no era un gran río, su paso marcaba los ritmos del entorno y constituía una fuente de vida para las huertas tradicionales que rodeaban la ciudad.
Un paso silencioso por la ciudad
Después de atravesar la vía del ferrocarril, el Papacochinos entra en el casco urbano, comenzando un trayecto más silencioso y muchas veces canalizado. Cruza la calle Alvarado, pasa por la zona del Potrero, y desciende hacia el Prado, bordeando por detrás la Basílica de Nuestra Señora del Prado.
Este tramo es especialmente simbólico, ya que el arroyo circulaba junto a algunos de los espacios más emblemáticos de la ciudad. Aunque con el tiempo fue soterrado y canalizado, en su momento su presencia formaba parte del paisaje habitual de los vecinos.
Desembocadura en el Tajo
Tras dejar atrás la Alameda, uno de los pulmones verdes de Talavera, el arroyo concluye su recorrido al unirse con el río Tajo. En épocas de lluvias intensas, sus aguas crecían rápidamente, provocando desbordamientos e inundaciones en ciertos puntos bajos de la ciudad, lo que llevó en su momento a tomar medidas de encauzamiento.
Un cauce que forma parte de la memoria
Hoy, el arroyo Papacochinos permanece oculto bajo la ciudad, pero su recuerdo sigue vivo en la memoria de muchos talaveranos. Su trazado, aunque ya invisible a simple vista, sigue modelando calles, desniveles y antiguos caminos. Formó parte del crecimiento de Talavera, tanto en su vertiente agrícola como urbana.
Hablar del Papacochinos es recuperar un fragmento de la historia natural y humana de la ciudad, una historia que discurre bajo nuestros pies y que habla de cómo el agua fue, durante siglos, el hilo que unió campos, barrios y generaciones.