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La Navidad, tiempo de compartir y sentir

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Hagamos de esta Navidad la de nuestros pequeños. Centrémonos en la ilusión y la familia para hacer de éstas, unas fiestas inolvidables para todos y todas.

Estas Navidades desde la revista LOVE Talavera tenemos una propuesta que haceros. Algo, que seguramente, todos vosotros intentáis hacer día a día, pero nunca viene de más incidir en las buenas ideas. Hagamos de estas Navidades las de nuestros pequeños, centrémonos en la ilusión y la familia para hacer de éstas unas fiestas inolvidables. El esfuerzo seguro que merece la pena, ya lo veréis.

Muchas veces, nuestro exceso de celo hace que queramos proteger a nuestros hijos, es natural. Cuidamos su salud, su alimentación, lo que ven en los medios… pero esa sobreprotección, ese trabajo tan necesario que a muchos supone veinticuatro horas al día, a veces nos hace alejarnos de construir sólidamente la infancia de nuestros niños. Si por tratar de evitar que un niño se resfríe, nunca le llevamos a ver la nieve, ¿realmente estamos haciendo lo mejor para él? Por supuesto todo debemos ponerlo en esa balanza que tenemos en nuestra mente. El contrapeso entre lo bueno y lo malo. Nunca vamos a tener tiempo para todo, y siempre va a haber sorpresas. No debemos tener miedo a tomar malas decisiones al respecto, sino a no hacer nada. Este año, hagamos un sentido esfuerzo por desequilibrar la balanza a favor de la novedad y la ilusión.

Para que nuestros pequeños crezcan fuertes y se conviertan en los adultos que queremos, hay que dotarles de una infancia maravillosa, llena de buenas experiencias, de estímulos y ejemplos para que crezcan a partir de unas raíces enormes basadas en los buenos recuerdos, ya que lo que hagamos con ellos en sus primeras etapas de crecimiento tendrá mucho más fruto del que imaginamos.

Es por todo esto por lo que tenemos que centrar nuestros esfuerzos, planificándolo si hace falta, para tener unas «Navidades redondas”. Vendrán los años en los que no podrán reunirse con sus familiares por temas laborales, por haberse mudado o porque ya no tengan a sus seres queridos a su lado, pero el amor a estas fiestas y a todo lo que conlleva se forja año a año en la infancia. Junto a las fiestas como tal se une el amor a estar en familia, a darse a los demás, a un buen descanso tras el trabajo duro, a dejarse llevar y disfrutar de los momentos y las risas.

Recuerdo una época en la que nadie en la mesa (y hablamos de mesas con más de diez o doce comensales) hacía maldito caso a una televisión que no era la protagonista, quedaba relegada a una esquina a la que tenían que desplazarse los que querían escuchar el discurso o ver alguna actuación en concreto. Ahora es mucho más común ver mesas en las que hay más ojos en pantallas y mensajes de voz que bromas o chistes. Corremos el riesgo de crear una juventud que, cuando pasen los años y vean las sillas vacías, no recuerden ninguna anécdota de aquellos que antaño las ocuparon. Simplemente se encogerán de hombros y quitarán esas sillas para tener más espacio para ellos.

Muchos de nosotros estaremos haciendo memoria ahora mismo de nuestros seres queridos que ya no están, y los recordamos en esos momentos, tras platos de comida, peleándose con los langostinos, cantando villancicos o en otros tantos momentos de felicidad que parecen los adecuados para hacer una instantánea imborrable en nuestros mejores recuerdos.

Los seres humanos rememoramos principalmente los momentos más traumáticos y también los más alegres de nuestras vidas. Es imposible evitar que algún hecho duro se haga un hueco permanente en nuestro cerebro, pero llenarlo de momentos alegres, de sensaciones de plenitud y paz es el trabajo duro y abnegado de padres, abuelos y, ¿por qué no?, tíos y amigos.

Además, los gobiernos parece que, por una vez, se han puesto de nuestro lado, y ahora compiten para ver quién gasta más en electricidad este año. Dado que vamos a tener que pagar la factura de la luz de todas formas, aprovechemos ese despliegue de medios, ese derroche de energía y kilovatios para salir a la calle y hacer nuestros esos días de vacaciones que los niños se han ganado a pulso después de tanto examen.

El gran esfuerzo es salir de nuestra zona de confort. Así que os animo a abrigaros mucho y salir a la calle, quedar con amigos, hacer que nuestros niños socialicen, jueguen, se diviertan, permitirles incluso alguna pequeña frivolidad y, ante todo, hacer que se maravillen de los rincones y actividades que se salen de su rutina habitual: dejarles escoger calles que no conocen, hacerles probar castañas asadas y muchas otras cosas más serán para ellos grandes aventuras que jamás olvidarán. Hagan la prueba, no tengan miedo.

Por supuesto, no es necesario caer en el consumismo salvaje, es importante que nuestros niños no relacionen estas fiestas con comprar cosas. Es todo una cuestión de tiempo. Hay que lograr pasar tiempo de calidad con nuestros peques, intentando darles lo que recordado con cariño de nuestra infancia: a veces compartir un chocolate en un pequeño local mientras allá fuera el frío y la lluvia parece que se vayan a tragar la ciudad, deja una imagen más vívida, un recuerdo más difícil de borrar que los miles de regalos con los que Papá Noel y los Reyes Magos tratan de enterrar a nuestros chavales en un lujo que siquiera aprecian. Juguetes que, por cierto, cada vez tienen una vida más corta…

También os animamos a salir… Es época de viajes, pese al clima. Tenemos la suerte de estar cerca de miles de joyas a pocos kilómetros: desde paisajes naturales en Gredos hasta monumentos como los de Trujillo o Toledo. Abrámonos a cientos de experiencias nuevas (y para todos los bolsillos), ya que algo tan sencillo como ir por el musgo para el Belén supone, si es la primera vez, algo realmente extraordinario en la mente de un niño. Esas fotografías que tenemos en los álbumes, en las que salimos de pequeños en paisajes que apenas recordamos… se están perdiendo. Pese a estar en la época de las redes sociales, mucha gente sacrifica los viajes de verdad por las pantallas, por pura comodidad. Es más fácil encontrar algo que ver juntos (o cada uno con su pantalla) que encontrar canciones que cantar juntos mientras se lidia con el tráfico, como hacíamos en los ochenta. Tal vez los viajes con niños sean duros, pero también dejan impronta, aunque sea por las caravanas y por los cientos de “¿Cuánto queda?” con los que desesperábamos a nuestros padres.

Y, ante todo, que los pequeños sean siempre los protagonistas de las fiestas: acompañarles a cantar, transmitirles lo que hemos aprendido hace tantos años y que se está perdiendo, pero también inventar nuevas canciones con ellos, cómo no; enseñarles a cocinar, a tener su lugar en algo tan importante como es el que estemos todos juntos haciendo algo, cocinando para los que queremos. Sabemos que hacer las cosas perfectas es imposible, pero para hacer las cosas mal solamente hace falta dejar que pase el tiempo, ya que si les robamos la Navidad a los chicos, o simplemente la simplificamos a un tiempo sin clases y con unos regalos que acumular en los armarios y usarlos unos pocos días, crearemos monstruos sin recuerdos a los que aferrarse cuando la infancia, que es tan importante, se marche para no volver, y quede viva únicamente en ese rinconcito de nuestra alma que nos hace poder ser como niños, a ratos, gracias a los recuerdos de la infancia.

Así que vamos a tratar, estas fiestas, de crear para los más pequeños una experiencia más que humana. Intentemos vivir con ellos esa experiencia que, aunque para nosotros no sea una novedad, podemos hacerla renacer en nuestros pequeños. Que no se nos olvide que no hay que iluminar tanto las calles como las miradas de los nuestros, y no importa tanto que nuestra casa tenga la calefacción a tope, si no hemos logrado poner algo de calor en el corazón de nuestros niños.

TEXTO CARLOS PEINADO
FOTO JAIME VALERO

 

 

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