En febrero de 1979, Talavera de la Reina vivió días de intensa lluvia que provocaron el desbordamiento del arroyo Papacochinos. Las aguas descontroladas inundaron la carretera de San Román y se extendieron hasta el colegio Fernando de Rojas, generando una situación de peligro para quienes transitaban por la zona.
Estas inundaciones, que amenazaba con convertirse en una tragedia, puso a prueba la solidaridad y la valentía de los ciudadanos.
Un desbordamiento que pudo ser fatal
Entre el caos del desbordamiento, un pequeño de tan solo seis años, Alberto Miguel García Prieto, resbaló y cayó al arroyo mientras salía del colegio de los Maristas. La fuerza de la corriente lo arrastró rápidamente, poniendo en peligro su vida.
Su hermano mayor, Luis Miguel, de doce años, reaccionó de inmediato y se lanzó al agua en un intento desesperado por salvarle. Sin embargo, la potencia del agua superó sus esfuerzos, dejando a ambos niños atrapados en una lucha por sobrevivir.
La intervención de dos héroes anónimos
En ese crítico momento, el destino quiso que dos valientes ciudadanos estuvieran cerca. Indalecio Mayoral, al presenciar la escena, no dudó en lanzarse al agua para intentar rescatar a los pequeños. Pilar Cerro, quien también observó el incidente, entró decidida en el arroyo hasta la cintura, uniendo fuerzas con Indalecio para salvar a los hermanos.
Su acción fue decisiva: entre los dos lograron sacar a los niños de la corriente, poniendo fin a una situación que pudo haber terminado en tragedia.
Un ejemplo de solidaridad que Talavera no olvida
Este episodio, que pudo haber sido una fatalidad, se transformó en una muestra del coraje y la solidaridad de la comunidad talaverana. La valentía de Indalecio y Pilar no solo salvó dos vidas, sino que dejó un mensaje inspirador sobre el poder de la acción desinteresada en momentos críticos. La historia del arroyo Papacochinos es un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más adversas, el heroísmo puede marcar la diferencia.
