En mayo de 1879, en la ciudad de Talavera de la Reina, ocurrió un incidente que afectó a uno de los elementos más importantes del paisaje urbano: la fuente de Tetuán, también conocida como fuente de Almarchén o del Cañillo. Esta fuente, vital para los talaveranos, perdió su caño principal, que quedó destruido, afectando el suministro de agua en un momento crucial del año.
La fuente no sólo abastecía de agua a los vecinos de Talavera, sino que también servía como lugar de encuentro y convivencia, especialmente durante las festividades locales. Con la feria de San Isidro a la vuelta de la esquina, una de las celebraciones más significativas de la localidad, la reparación de la fuente se convirtió en una prioridad. Esta feria atraía a visitantes de toda la comarca, quienes dependían del agua de la fuente para refrescarse durante los días de fiesta.
Un esfuerzo urgente para reparar la fuente
Las autoridades locales, conscientes de la urgencia, decidieron construir y colocar un nuevo caño de hierro, más resistente y duradero. El objetivo era tener la fuente lista antes del comienzo de la feria, asegurando así su funcionamiento pleno. La fuente debía poder atender la demanda de agua de los visitantes y de los propios talaveranos, quienes acudían en gran número para disfrutar de las celebraciones.
El nuevo caño no sólo resolvió una necesidad inmediata, sino que también reflejó el compromiso de la comunidad con la conservación de su patrimonio. Los habitantes de Talavera vieron en esta acción como un esfuerzo colectivo para mantener viva una parte esencial de su historia y sus tradiciones. Gracias a esta rápida respuesta, la fuente de Tetuán pudo volver a cumplir su función durante la feria de San Isidro, asegurando que todos pudieran disfrutar plenamente de los festejos.
