Dependencia emocional

Estimado lector, ¿Sientes que quieres más que te quieren? ¿Piensas que: «siempre me toca amar más que ser amado o amada»? ¿Crees que esa soledad afectiva es un estado insuperable?

Una de las mejores descripciones de la dependencia afectiva que he leído decía que: «...en toda relación amorosa hay, en último término, un devoto y un dios, un esclavo y un amo. Hay quien rompe a hablar y quien responde. (…) Todos al nacer traemos debajo del brazo el papel de protagonista o de antagonista, el papel de amante o el papel de amado. (…) Se empeñan los que aman en actuar como si fuesen los amados. En que se les arranque, como a la fuerza, lo que están deseando otorgar. Es su doliente forma de mentirse. Desean colocarse en la posición del otro y empiezan entonces a perder realmente la partida. (…) El amante, cuando se va, recoge toda la parafernalia con que había adornado al amado: las velas rizadas, los mantos bordados, como una Virgen sevillana, se lo lleva todo y se lo pone a otra imagen.» Antonio Gala.

¿Quién eres, el amante o el amado?
La dependencia afectiva (del «amante») se caracteriza por el sufrimiento de una emoción discapacitante asociada a pensamientos automáticos de muy baja autoestima, de ineficiencia en ausencia del «amado» y angustia existencial anticipatoria de la pérdida del objeto (persona, lugar o actividad). Aparentemente nos caracteriza desde el principio de la edad adulta, incluso en el relato familiar se advierte que desde la niñez, y nos describe durante la madurez con «buena prensa». Sin embargo, el malestar agudo vivido en ciertas ocasiones hace que elijamos otras formas de ser o relacionarnos que se descartan en adelante, porque no sabemos mantenerlas (miedo a la represalia/duelo) o porque confundimos con el egoísmo (culpabilidad). Dicho estilo personal tiene solución sostenible, una vez se tengan en cuenta características individuales añadidas, como por ejemplo la capacidad para hacer una identificación adecuada del lenguaje no verbal de las emociones o el control de impulsos, habría que identificar, debatir y sustituir los pensamientos automáticos presentes en la dependencia afectiva por otros pensamientos racionales, más realistas, y que den lugar a emociones adecuadas, ecuánimes y constructivas de una interdependencia. De nuevo un poeta, Thich Nhat Hanh, hace la descripción más sencilla y densa de la interdependencia: «Mi mano derecha ha escrito muchos poemas que Yo compongo… y mi mano izquierda no ha escrito ningún poema… pero mi mano derecha no piensa: Mano izquierda, tú no sirves para nada! Mi mano derecha no tiene ningún complejo de superioridad… y por eso es muy feliz. Y mi mano izquierda no tiene ningún complejo de inferioridad. (…) Recuerdo que un día estaba golpeando un clavo… mi mano derecha no estaba muy firme y en lugar de darle al clavo me golpeé un dedo. Dejé el martillo para que mi mano derecha cuidara de mi mano izquierda… con mucho cariño, como cuidándose a si misma. Sin embargo, no le dice: Mano izquierda, sabes que yo, la mano derecha he cuidado de ti, tienes que recordarlo y debes devolverme ese favor en el futuro. Ellas no piensan así. Y mi mano izquierda no le dice: Mano derecha, me has hecho mucho daño, ¡dame el martillo! quiero justicia. Porque ambas saben que están unidas y son iguales..

Amar es también saber irse y/o dejar marchar. Un abrazo de Año Nuevo.

Por Jose Antonio Gonzalez Porras. Psicólogo Especialista en Psicoterapia de los Trastornos de la Alimentación y por Estrés de origen diverso. Atiende: - En Clínica Marazuela. Avd. Extremadura, 5. Tlf. 925 815 281 - Con dedicación a la persona y en rigurosa confidencialidad a través del teléfono 925 81 52 81. También via email: info@telepsicologia.es
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